lunes, 21 de octubre de 2013

Dos pisos de ventaja

Él se quedó viudo hacía 5 años, desde entonces ella cruzaba la calle cada día, cogía el ascensor subía hasta el piso 11 y le dejaba en la puerta de forma anónima cacharros con comida. De repente le llegó el turno, hace seis meses que su marido la dejó tras una neumonía. Él sabía que ella le llevaba comida al vecino del edificio de enfrente, el que vivía dos pisos más arriba de ellos y que siempre les daba los buenos días, o las buenas noches desde su terraza. Su marido le vio espiando muchas veces, sabía que el vecino tenía una vista casi completa de su casa desde esos dos pisos de ventaja. Sabía por qué lo hacía, sabía quién era y sabía que ella le llevaba comida desde que enviudó. Pero ella siempre fue una buena esposa, la madre perfecta, y le quiso y atendió como una mujer educada en su época para atender a su familia. Se veían casi a diario desde hacía más de 40 años y jamás cruzaron más que saludos, algún pésame o deseos de felices fiestas en Navidad. Sus hijos eran amigos, incluso alguna vez se quedaron a comer o dormir los unos en casa de los otros, pero jamás hubo mayor complicidad entre ellos. Todos sabían por qué: fueron novios de jovencitos, se enfadaron, y el orgullo hizo que por despecho cada uno siguiera su vida.
Amelia hoy abrió la puerta de su casa, de riguroso luto para ir al notario con su hija para arreglar papeles y encontró cacharros limpios, utensilios de cocina que había ido dejando en la puerta del vecino del edificio de enfrente… ver todo aquello le hizo sonreír por primera vez desde que murió su marido.

Intentó guardarlo todo y entonces él apareció a ayudarla, sin decirle nada, recogieron los cacharros, los llevaron a la cocina, él le sonrió y entonces por primera vez en tantos y tantos años le cogió la mano y le dijo: “tengo un vecino interesado en comprarme el piso para uno de sus nietos, he pensado que mejor me vengo a vivir contigo”. A ella le dio un vuelco el corazón y sin darse cuenta estaban hablando con el párroco de la iglesia del barrio y sus nietos e hijos preparando una fiesta sorpresa, la fiesta que en su época ninguno tuvo cuando se casó por primera vez… eran otros tiempos.

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