Érase una vez, en un reino muy lejano, un príncipe que tenía una mascota muy particular. Nadie podía verla, pero él le hablaba y la llevaba a todas partes. La sacaba a pasear por los inmensos jardines. Jugaban en los laberintos que las parejas solían usar para perseguirse y robar besos entre los setos. A veces el príncipe los veía y no les prestaba atención, seguía su camino danzando y disfrutando como el niño que era. Ajeno al mundo y lo que sucedía en palacio.
El personal se movilizó con pachorra, todos sabían que no existía ni mascota, ni juguete, ni objeto alguno. Se organizaron batidas, corrillos de políticos que se reían, líderes religiosos que elevaban plegarias... de repente el niño salió al balcón y gritó....¿Dónde estás? ¿ Dónde te has ido? Y con voz desgarradora proyectó su angustia. Se produjo un intenso silencio, sólo su voz rompía el aire:¿Paaaz?©
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